La pastelería se ha convertido en uno de los grandes placeres de la gastronomía. Nos encanta ver tutoriales, hacer nuestros pequeños experimentos caseros, deleitarnos ante una buena vitrina de dulces y, por supuesto, darle el gustazo a nuestro «yo goloso» probando nuestros favoritos.
Algo tan actual, tan de moda, tan presente en redes como youtube e instagram, tiene un origen muy muy lejano. Hace aproximadamente 7.000 años se registraron algunas recetas simples en Egipto, y más adelante, en el siglo IV antes de Cristo de la República de Roma, ya existía el oficio de los Pastillariorum.
La expansión de la religión católica y las guerras y conquistas derivadas de ésta fueron también esenciales para descubrir nuevos lugares, conocer nuevos ingredientes y recetas y desarrollar nuevas elaboraciones que se fueron popularizando por todo el viejo continente.
Francia quiso destacar en la historia de la pastelería adelantándose a los demás países cuando, bajo el reinado de Carlos IX en 1556, nació la corporación de pasteleros donde se formaba a los futuros reposteros del país. De esta época datan algunos de nuestros dulces favoritos como los helados o los petisús. En el siglo XVIII las técnicas y conocimientos ya se habían desarrollado inmensamente, se utilizaba el chocolate como ingrediente estrella y se inició el desarrollo del hojaldre, lo que marcaría la pastelería moderna. Por cierto, fue la propia Maria Antonieta quien popularizó productos como el croissant, convirtiéndose en una influencer de la época.
Historia de la pastelería destacada: Antoine de Carême
Pero si queremos hablar de un personaje en este hito de la gastronomía mundial, no podemos dejarnos atrás a Antoine de Carême, el primer chef de alta gastronomía y precursor de la pastelería moderna en todo el mundo.
Carême nació en 1874 en Francia, y con solo 10 años fue abandonado por sus padres. Esta desgracia hizo que tuviera que trabajar desde esa edad en tabernas y acceder al complicado mundo de la gastronomía. Tras aprender a leer de manera autodidacta, descubrió que sus grandes pasiones eran el arte, la arquitectura y la gastronomía, lo cual explica su gusto por la decoración en los emplatados, algo de lo que también fue pionero.
A los 16 años fue pupilo de uno de los mejores reposteros de la época, Chez Bailly, y una vez más el aprendiz superó al maestro. Introdujo el orden en las cocinas, la decoración de la repostería, el uso de nuevas técnicas, la creación de tartas exuberantes… Escribió El Pastelero Real, un libro considerado la primera descripción por escrito de la repostería moderna que incluía recetas, tecnología, ingredientes y utensilios más populares de la época.
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